lunes, 28 de marzo de 2011

EL CULTO A DIOS EN ESPÍRITU Y VIDA (Jn 4,5-42)


“Si flaqueas en el amor,  flaqueas en la alabanza”   (San Agustín. In Ps 83,8)
El acercamiento de Jesús a la humanidad se debe al proyecto pedagógico asumido en la consecución de lograr que todos los hombres sean atraídos por él desde el seguimiento, propuesta que tiene su destino en  la Cruz (Jn 3,14) alternativa de cambio y de conversión; pero surge una pregunta: ¿de qué nos convertimos y qué es lo que tenemos que cambiar? Desde la realidad que vivimos cambiamos nuestra conducta de vida de acuerdo a la convicción que hemos asumido de una vida sin Dios, a una vida en Dios y desde allí nos convertimos de una vida de pecado en la que centramos todo nuestro actuar  desde lo que somos egoístamente a una vida desde Dios y para Dios.
Pasamos de un proyecto de alejamiento de Dios a un proyecto sin pecado, de acercamiento íntimo con Dios, de un proyecto de negación de la presencia de Dios a un proyecto de asumir a Dios en nuestra vida, de vivir desde la realidad de Dios: “A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor” (Rm 12,19) porque esto es asumir el seguimiento como donación al Otro en el amor: “Ama a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18) porque según Pablo nos afirma que “el que tiene amor no hace mal al prójimo; así que en el amor se cumple perfectamente la ley” (Rom 13,10) en este sentido, se da el cambio de vida y la conversión del seguidor de Jesús en nuestro tiempo.
En el contexto del evangelio de Juan que nos presenta el Seguimiento desde la experiencia de la Resurrección, podemos entender el texto de la Samaritana  (Jn 4,5-42): Cuando Jesús se acerca al pozo  cansado del camino (Jn 4,6) llega una mujer de Samaria a la que le pide de beber (Debemos tener en cuenta que los Judíos y los samaritanos no se relacionaban entre sí por las circunstancias históricas que los distanció según las tradición bíblica 1R 12,1-16,34), por estas razones es la extrañeza de la mujer samaritana, frente a la petición de Jesús y luego la de los discípulos por hablar con una mujer  (Jn 4,22)
Jesús se acerca con la intención de atraer hacia sí a los seguidores (Jn 1,35-37) Según la tradición del Evangelio de Juan, no importando la procedencia  o nacionalidad del seguidor, si no que por medio de él se tengan una visión de Dios diferente a la planteada por la tradición religiosa vivida en la época.
Jesús hace un acercamiento a través del diálogo y por medio de propuestas que desconcertaban: “Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él y él te daría agua viva” (Jn 4,10) Este referente de agua viva retomado por Jesús de la tradición bíblica, es utilizado por Él como símbolo de los dones que el mismo ofrece al que cree. Esta simbología se encuentra enriquecida en la Sagradas Escrituras por (Is 55,1; Jr 2,13,17,13; Ez 47,1-9; Zc 14,8; Ap 7,17; 21,6; 22, 1.17)
La propuesta que hace Jesús acerca  del agua viva en el Evangelio de Juan está relacionada en el acontecimiento de la Cruz anunciado en el diálogo con Nicodemos: “te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3,5;  Cfr. Mt 28,19; Hec 2,38; 10,47; 1Cor 12,13; Tit 3,5) que junto al acontecimiento de la lanza que le atravesó el costado (Jn 19,31) en el cual la sangre simboliza la muerte y el agua simboliza la vida que Jesús comunica por el Espíritu (Jn 4,14; 7,37; Heb 13,12; 1Jn 1,7; 5,6-8)
La petición que hace Jesús a la mujer es abrir el camino del encuentro con Dios desde una nueva realidad en la cual es necesario nacer de nuevo (cambio y conversión) (Jn 3,5) para ir apartando todo lo que nos impedía la relación con Dios (Jn 4,16-18) Frente a esta cercanía que hace parte del proyecto pedagógico de Jesús, nosotros buscamos la lejanía y evadimos los cuestionamientos acerca de nuestra actitud de vida (Jn 3,4) y lo tratamos de diluir proponiendo una actividad cultual fuera muchas veces de contexto (Jn 4,19-20) evadiendo así la responsabilidad con distractores para no asumir las palabra de Jesús.
La pedagogía de Jesús en el evangelio de Juan es hacernos ver que el culto a Dios no lo podemos centrar en un lugar determinado, sino que es una actividad que nace de la convicción del corazón y conforme al Espíritu de Dios para adorar al Padre: “Créeme, mujer, que llega la hora en que ustedes adoraran al padre sin tener que venir a este monte ni ir a Jerusalén…Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios” (Jn 4,21.23)
La centralidad en el culto que se debe dar con el corazón conforme al Espíritu, nos abre la posibilidad de no perder la perspectiva del Dios de Jesús, que se da para siempre, como un torrente de aguas vivas, hasta la vida eterna (Jn 4,14; Cfr. Jn 7,37-39) y siempre desde este horizonte tendremos deseos de esta agua viva que nos da Jesús para no volver a sentir sed, sino tener sed de Dios, porque tendremos un encuentro cultual a Dios, no dé lugar, sino de corazón para transformar nuestra vida anterior, simbolizada en el cántaro dejado en el lugar del diálogo, el cual impedía llenarnos interiormente de Dios, por esta razón, es necesario dejarlo para salir corriendo a llamar a la gente que vinieran a ver al profeta que había evidenciado la lejanía hacia Dios: “Salieron, pues, del pueblo y fueron a verlo” (Jn 4,30; Cfr.1,39)
Nosotros debemos descentrar nuestro culto de lugares estáticos y centrar el culto a Dios, desde nuestro corazón y que en verdad podamos cambiar y convertirnos, para llevar esta propuesta a nuestros hermanos para que vengan y vean, y viniendo puedan ver y creer en el Mesías, que está frente a nosotros para enseñarnos todo (Jn 4,25) haciendo la voluntad del Padre y llevar a cabo su obra (Jn 4,34) en medio de los hombres: “No te desparrame. Concéntrate en tu intimidad. La verdad reside en el hombre interior” (San Agustín. De Ver.Rel. 39,72)

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